Hubo un tiempo en el que el aficionado madridista pensaba que Kylian Mbappé tenía que pedir perdón al Real Madrid por hacerse de rogar (por decirlo de alguna manera) durante siete años hasta que se consumó su fichaje. Hoy es hora de que el hincha del Madrid se disculpe por ese punto de desconfianza un tanto vengativo que tuvo con el delantero galo desde que vistió de blanco. A riesgo de equivocarme por la generalización, es hora de limar las uñas y poner fi
Medicina con contraindicaciones
A mí me da que pensar que el seguidor madridista focalice su rabia y silbe a algunos de sus propios jugadores durante los partidos del Bernabéu (Tchouameni o Lucas Vázquez en estos días, otros muchos antes, incluido los más grandes como Zidane o Cristiano). Es una medicina repleta de contraindicaciones. Sin perder nunca la severidad con la que se enjuicia a cualquiera que lleve la camiseta blanca, son más saludables las palmadas en la espalda y aprender de las lecciones que ofrecen las derrotas. Además, Lucas, Tchouameni y los demás ya escuchan al viento en los demás estadios.
El mediocentro es reo de jugar de central y el extremo de lateral. El club podría ser considerado culpable de no querer ayudar al colectivo con refuerzos y Ancelotti debería rendir alguna cuenta por no mirar más a la cantera. Es decir, en última instancia el jugador reprendido, más allá de su rendimiento y actitud, es la víctima. En el Bernabéu, puestos a exigir la Luna por el día, ponen a jugar a sus propios futbolistas sobre un terreno de minas sin reparar en que hay varios culpables.
Silbidos al del puro
El madridismo que acude al Bernabéu también abucheó a Ancelotti, el entrenador que venía de ganar cinco títulos en 2024, incluidos la Champions y la Liga. Como lo oyen. No hay memoria en el fútbol, si acaso la de Dory, pero esto no es el mundo Disney. El 2-5 de Arabia ante el Barça fue inaceptable en fondo y forma por supuesto, y Carlo tarda mucho con los cambios o no pone a mi jugador fetiche (aunque los vea entrenar todos los días) ni premia la meritocracia, pero escuchen, según lo veo yo (y quizá me equivoque), como desahogo está genial y están en su derecho, pero que yo sepa es el mismo entrenador del puro en el autobús camino de Cibeles que tanta gracia les hacía. El mismo Carlo con sus virtudes y defectos.
Dirán que es exigencia y rigor, que no les fue mal a lo largo de la historia, que son implacables, que esto es el Madrid, no otros equipos que lo justifican todo, que así llegaron tantas conquistas, que no es que valga todo es que no nos vale casi nada. Y digo yo, ¿en qué mundo viven? ¿En uno donde no se respira oxígeno sino amargura? Una cosa es el espíritu crítico latente y la búsqueda de la excelencia permanente y otra desconocer que en el deporte de alta competición por lo general se pierde más que se gana, incluso para equipos tan poderosos como el Madrid. La grada del Bernabéu afearía a Michael Jordan que sólo ganara seis anillos con los Bulls en 14 temporadas en la NBA.
Este tacto tan peculiar también lo ha sentido Mbappé, cuyo talante y humildad para someterse al Madrid es extraordinario tratándose de una estrella mundial. Faltó algo de grandeza en la grada para esperar con paciencia y sin ira su adaptación. Nada era suficiente para exonerar al jugador de la traición de 2022. Dirán que el Madrid también construyó su leyenda con esta afición tan particular. Y tendrán razón. Acostumbrada a ganar casi siempre, son comprensibles los berrinches, la cólera, la frustración, las reprimendas, los toques de atención, las broncas antes de los partidos… Sí, lo puedo llegar a entender. Pero no se vayan a la cama sin cenar porque hay aficiones que no tienen qué comer. Hubo tiempos peores.