Se dice, mal dicho, que el público siempre tiene razón. El aficionado paga (mucho) por acudir al estadio y está en su derecho de mostrar su opinión con aplausos y pitos. Puede hacerlo, lo hace y es libre de decidir quién merece una cosa o la otra. Al Santiago Bernabéu acude como local el madridista y la exigencia, ya saben, es máxima. Por eso el club es lo que es. En el fútbol la memoria es frágil y más en el Real Madrid, donde una bofetada del Barça no se olvida en tres días. Eres días. El domingo en Chamartín, hubo muchos y merecidos aplausos después de una gran tarde del nuevo líder de LaLiga, pero también unos pitos que no pueden ser más injustos.
El Bernabéu, igual que declaró que Kylian Mbappé es su nueva estrella, ovacionó con razón la exhibición de Ceballos. También el regreso de Alaba, que podría haber entrado al campo levantando una silla. Antes del buen partido del Madrid (no han sobrado este curso), el equipo de Ancelotti encajó un gol a los 26 segundos. El tanto lo recibió un equipo entero, pero parte del público señaló a Lucas Vázquez, que salió mal en la foto como en unas cuantas de los últimos partidos. Seguro que fue el primero en saber que había sido retratado, pero no tiene culpa de que sus compañeros estuvieran igual de mal. De que a Sandro le diese tiempo a poner el centro después de hacerse un selfie. Tampoco de que nadie detuviera la arrancada de Moleiro… y mucho menos de que el club no fiche para que él no se consuma. Algunos decidieron tomarla con Lucas, que demasiado está haciendo. Ya recibió pitos contra el Celta, como Ancelotti, del que se pueden dudar ciertas decisiones, pero no tratar así. Muy mala memoria tienen algunos. Lucas se ha ganado de todo menos esos pitos. Que se le puede criticar, claro, pero no señalar de ese modo. No todos los jugadores pueden ser iguales y tener el mismo trato.
Después de la remontada, con Ceballos pasó lo contrario. Todos los aplausos que se llevó se los ganó. No sólo el domingo, sino todo este tiempo. En silencio, preparado para ayudar cuando se le necesite, justo en una temporada en la que se le necesita más que nunca. Es de los que tiene el balón y le da el cariño que Lucas le dio en Milán cuando a otros les tiemblan las piernas. Del que, menos mal, se acordó el Bernabéu cuando fue sustituido en los últimos minutos. No siempre se puede pitar por mucho que sea el nombre de esta columna.