Takefusa Kubo emuló contra el Villarreal a su amigo Doraemon. El famoso personajes de dibujos animados se caracteriza por sacarse del bolsillo que tiene en la tripa un montón de artilugios con los que se inventa infinidad de trucos mágicos para ayudar a sus amigos. Parece que Kubo se lo pidió para este primer partido del 2025 en el Reale Arena y extraer así de la chistera un gol maravilloso, con pinta de maradoniano, que sirvió para desnivelar un partido que estaba siendo soporífero y darle una victoria importantísima a la Real Sociedad.

No hizo falta más, ni tampoco era necesario. Con semejante jugada, soberbia, maravillosa, increíble ya bastaba. Un gol inolvidable, de bandera, candidato a tanto de la temporada, y que define al japonés. El cuarto del año. Un futbolista imaginativo y diferencial, un crack en potencia, la estrella de esta Real, pero que a veces peca de individualista. Pero cuando está inspirado es imparable. Amenazó en la primera parte, pero sólo con tímidos amagos. Y en la segunda parte, en el minuto 50, se desató y se bastó él solo para hacer bueno un despeje que se convirtió en asistencia de Oyarzabal y para desarbolar a toda la defensa del Villarreal.

Y ya está. Con Kubo. Con su jugadón. Con su golazo. Solo con eso se explica el triunfo de la Real Sociedad contra el Submarino Amarillo. Porque fue lo que desequilibró el partido y definió el resultado. Lo demás, mera compañía que en muchos casos no estuvo a la altura del espectáculo que dio el japonés. Y con Kubo a ese nivel la Real sí puede soñar con Europa. Un golazo que, además, sirvió para batir por fin a Marcelino en Anoeta. Tenía que ser Kubo y con un gol tan especular. Sino parecía imposible.

La primera parte el partido del Reale Arena no pasará a la historia del fútbol. En medio de un frío helador en San Sebastián, y con las gradas mostrando un aspecto desangelado por obra y gracia de los maravillosos horarios que tiene el fútbol hoy en día, los jugadores de ambos equipos se contagiaron del ambiente y protagonizaron un espectáculo indigno de una batalla por los puestos europeos de la Liga. El único que se salvó fue Take Kubo, que sin hacer nada del otro mundo, al menos le puso picante por la banda derecha y generó las únicas ocasiones de peligro del soporífero primer tiempo, aunque siempre terminaron igual, con centros poco precisos que acababan en manos de Junior.

También lo intentó Barry en el Villarreal, aunque de otra manera muy diferente, utilizando su velocidad y su corpulencia, para poner en algún apuro a la zaga realista, pero sin inquietar lo más mínimo a Remiro. El único tiro entre los tres palos fue de Suçic, que agarró un balón dividido dentro del área y estrelló la pelota en la cepa del poste derecho del Villarreal. Y ya está. Tan pobre era el espectáculo que Soto Grado decidió no añadir más sufrimiento al personal y no alargó nada el primer tiempo.

Menos mal que nada más comenzar la segunda parte a Take Kubo, quién si no, le dio por destapar definitivamente su tarro de las esencias y se sacó de la manga una de esas jugadas que permanecerán en el recuerdo de los aficionados txuri-urdin durante mucho tiempo. Con la Real siendo poco contundente en las disputas, su defensa acertó finalmente a despejar un centro lateral del Villarreal, y el despeje lo convirtió en asistencia Mikel Oyarzabal con un pase muy comprometido a la espalda de la defensa amarilla. Pero el japonés lo hizo mucho mejor con una carrera hacia la gloria del gol. Le ganó la disputa primero a Parejo, que fue muy blando a por la pelota, y después puso el turbo hacia el área del Villarreal para ponerle pausa a su carrera en el momento justo para tirar un caño a Kiko Femenía con tan maestría como finura y alojar la pelota en el fondo de la portería de Junior ajustándola al palo. Un golazo de bandera que ya servía para justificar el esfuerzo de acudir al Reale Arena un lunes por la noche con apenas dos grados de temperatura.

El gol despertó al Villarreal, que se activó en busca del empate. Y de paso animó el partido, que se abrió todo lo cerrado que había estado hasta entonces. Porque a la contra la Real Sociedad también generaba peligro, con el equipo de Marcelino dando el obligado y necesario paso adelante que le demandaba la situación. Remiro tuvo que aparecer en dos ocasiones para salvar a su equipo con dos paradas de mucho mérito, a tiros de Gerard Moreno y Sergi Cardona. Y también Junior tuvo que estirarse para despejar un disparo de Suçic desde la frontal. Desde luego, el partido por fin era lo que se esperaba de un duelo entre dos aspirantes a Europa.

Había más intención y más intensidad. Y la incertidumbre se mascaba en las dos áreas. Aunque al Villarreal le faltaba empuje para llegar con más garantías, porque es inevitable no echar en falta a tantos peloteros como los que le faltan por lesión. Imanol decidió quitar en el tramo final a Oyarzabal y Kubo, y sin el japonés se perdió un poco la magia sobre el césped. Quedaba la intriga de lo corto del resultado, con un Villarreal que al menos con más corazón que cabeza intentó hasta el final evitar su derrota en el Reale Arena. Pero la Real se ha convertido ya en una experta en cosechar porterías a cero y aguantar un 1-0. Y eso que Oskarsson no aprovechó los espacios a la espalda de la defensa adelantada del Villarreal para sentenciar el marcador. El submarino amarillo apretó hasta el final, pero no tuvo acierto. Y Marcelino perdió su primer partido en el Reale Arena. La Real suma tres puntos vitales y termina la primera vuelta absolutamente enganchado a la pelea europea.

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